Sentí que cada músculo recibía sus efectos. Me dejé tomar por sus poderes. Me olvidé del tiempo, del espacio. Dejé que recorra cada centímetro de mi cuerpo para poder aflojarme. Sentí presión, suavidad. Mi piel hacía lugar a cada nueva marca.
Sentía sus efectos tanto dentro como fuera de mi cuerpo. La monodroga me estaba envolviendo. No se me había ocurrido que podía ser tan fuerte como analgésico, anestésico, alucinógeno. Tomé Diclofenac.

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