La historia transcurre en Amigópolis, un planeta donde todos son amigos, pero hay un solo hombre que nunca sonreía ni tenía amigos, el Señor Mitsoller. Él es el ser más amargo que jamás hayan imaginado y su único objetivo era dominar el planeta y dejar a todos sin felicidad ni sonrisas
A diferencia de Robirayo, un hombre fuerte, rápido y musculoso cuyo placer es ayudar a niños, abuelos, madres y todo ser que lo necesite.
Un día el Señor Mitsoller, cansado de que todos los niños se burlen de él, decidió hacer un plan siniestro para dejar a todos sin felicidad ni sonrisas: Primero necesitaba un secuaz que lo ayude. Luego enviaría a su secuaz a espiar a Robirayo. Y por último se disfrazaría de Robirayo y le robaría sus amigos.
Para iniciar con el paso uno salió a buscar un secuaz, así que buscó en todo el planeta y en la parte inferior, encontró un cadáver de un pobre hombre que estaría dispuesto a ayudarlo llamado Lumpicráter, él es un anciano de 69 años, 8 meses, 40 días, 2 horas, 58 minutos y 5, 6, 7, 8, 9, 10 segundos.
Después de explicarle treinta veces el mismo plan a Lumpicráter (porque estaba un poco sordo) éste salió a espiar a Robirayo.
Al día siguiente, Lumpi, le llevó toda la información de Robi, entonces Lumpi preguntó: -¿Y ahora qué me gané?
- ¡¿Qué le parece conservar su cabeza en el esqueleto?!, dijo el Señor Mit con gracia y burla.
- Con razón usted no tiene amigos, si es un holgazán. –y se marchó muy enojado.
Es en esta parte del cuento donde contamos la verdadera historia del Señor Mitsoller.
Hace muchos, pero muchos años en una lujosa casa, un niño de trajecito de marinero, fue a la escuela a las 7:30 am. Después de haber tocado el timbre del recreo, salió a jugar al ajedrez con sus inteligentes amigos. (este niño en la actualidad es el Señor Mitsoller.) El niño se llamaba Andrés Juan de los Alpes Luis Fernández. Un día llegó a las 7:45 am a la escuela y desde ese momento dejó de tener la asistencia al 100% y los chicos ya no se juntaron más con él.
Y desde ese día decidió que si él no tenía amigos, nadie los tendría.
Y esa es la historia de Andrés Juan de los Alpes Luis Soller Fernández.
Ya con toda la información se disfrazó y salió de su horrible casa al mundo. Todo el mundo lo saludaba pero después de pensarlo, la gente saludaba a Robirayo, no al Señor Mitsoller.
Así que llamó a Robirayo para preguntarle cómo hacía para tener tantos amigos.
Entonces Robi le dice:
- Es muy fácil. Sólo tenés que ayudar, respetar y escuchar.
- Gracias, Robi. Nunca te olvidaré. –dijo el Señor Mitsoller.
Y así, Amigópolis es un mundo de paz, tranquilidad y lo mejor… AMIGOS.
Malena Fernández
Casilda, abril de 2008